viernes, 15 de julio de 2022

QUE VIVA LA BATALLA NAVAL!!!

Batallitas, Batallitas… * 


La foto mental de mi primera Batalla Naval que aún guardo en mi memoria, es del parque de Azorín. En ella me veo tirado en la hierba de la zona que da a la calle del Arroyo del Olivar,  junto con algunos de los amigos del cole : Carmaicol y Carlos “el chino”, su plas,  Fernandito Román o mi hermano Franchu . Es posible que Jesús y Carlos "Halford" también formaran parte de esa instantánea. 

Los mismos colegas que formaríamos, pocos años después, la gran cuadrilla del metal, y con los que viviría mis primeros conciertos, como los del Vallekas rock, el de Obús en la plaza vieja o Bellabestia en Entrevías; a parte de los míticos festis en el rockódromo. Aunque esa, como se suele decir, es otra historia.

Poco antes de ese momento en el emblemático parque, habíamos estado encajando cubazos de agua a base de bien, y es que nosotros, profanos en ése tipo de jaranas, llegamos al Bulevar vallekano sin mucho armamento.

Lo cierto es que no recuerdo cómo nos enteramos del evento acuático, sólo que nos bajamos improvisando sobre la marcha, sin tener muy claro el panorama con el que nos íbamos a encontrar. De camino al Buelvar,  no se nos ocurrió otra cosa que petar una papelera (de esas que tenían un pastruz negro que servía de enganche a la farola y con las que también nos hacíamos bolígrafos metiendo la mina de un "BIC" por el orificio interior) con el objetivo de utilizarla de, no sé .... ¿cañón?.  Pero una vez  conseguimos llenar de agua la papelera de marras, no encontramos la manera de levantarla por lo que nos convertimos en un objetivo fácil, ya que no éramos más que cuatro niñatos incapaces de levantar un recipiente que pesaba casi como nosotros mismos. Así que nos merendamos una tormenta de agua del veinticinco. Eso sí, con la alegría y actitud que da la extrema juventud.

En el “Bule” no habría más de 100 personas. Andaríamos en el año 1983.

En los siguientes ochentas las batallas se sucedieron de forma más o menos intermitente por mi parte, ya que no fui a todas, y con actos más o menos vandálicos, y es que había peña a la que se le iba la olla.  Porque una cosa es enchufar cubazos a los autobuses o a los taxis, y otra muy distinta es hacerlo con los usuarios que salían del bus. 

O para bordar la tontá, empapar a la peña que aguantaba estoicamente la cola del cine "Excelsior" a  43ºC 

En estos ejercicios de extrema imbecilidad mis amigos y yo no participamos activamente. Porque ni puta gracia nos hacía. Otra cosa era echarle agua a los munipas. Ahí sí que nos implicábamos.

 

En uno de aquellos julios navales, hacia el segundo lustro de la década de 1980, recuerdo un chascarrillo con un jincho. Andábamos en pleno apogeo naval situados, por capricho de la casualidad, en el semáforo que hace semiesquina con Monte Igueldo, observando, calaos hasta la médula, como los viandantes del otro lado del Bulevar pillaban cacho a base de bien por los vecinos que desde las ventanas, terrazas o azoteas les lanzaban sus "regalitos" en lo que se podría definir como "cubazos de triple impacto": la hostia recibida porque te vengan encima 8 kilos de agua desde un quinto piso, la consiguiente empapada, y el cabreo resultante. Aunque hay que decir que gran parte de la peña se lo tomaba con alegría o, al menos, con filosofía. Al contrario que el noaino de marras:

El caso es que éste bajaba por el bulevar montao en su Derbi Variant, con un cigarro en la boca. Con porte, con seguridad, y con ésa chulería torera de la que sólo disponen los necios. Entonces, el semáforo se pone en rojo y el sujeto detiene el “motociclor”,  manteniendo el rugir de su tuboscape trucao.

De repente,  aparece un crío espontáneo con un cubo playero lleno de agua hasta los bordes, y sin cortarse un pelo, lo vacía en el careto del quetecuén. La postal es difícil de describir: el gitano, con el cigarro mojado aún entre los dientes, le pone la pata de cabra a la Variant y se levanta repentinamente de la moto. Desafiante, visiblemente enfadado y, por lo que parecía, dispuesto a liarse a hostias con el primero que se cruzase en su camino,. enseguida pudo observar a una gran cantidad de "cófrades" con sus cubos repletos y dispuestos a emular al niño. Y fue entonces ccuando se le cayó todo el costo.  

Asina que tomando una pose cómplice,  le pilló un cubo a uno de los chicos que estaban enfrente suya, y tras derramarlo torpemente hacia ninguna parte, (el muy lebrel no se lo echó encima por tablas), se peinó patrás con los dedos, se montó en la moto, y se fue de najas.



Ya en los noventa, la cumbre del surrealismo se produjo hacia la primera mitad de una década que para mí, con sus contrastes, tuvo muchas luces en torno a la kontracultura en el barrio.

Sería el año 92, año de sequía tanto hidráulica como presupuestaria (era el año del “Expolio92” sevillano, las Olimpiadas y ... el mangoneo general. el caso es que se habló de suspender el evento por falta de agua.

Pero como se suele decir, “los tiempos de crisis agudizan el ingenio”, a algún iluminado municipal no se le ocurrió otra cosa que hacer, en sustitución de la batalla naval, la “Fiesta de la Espuma”, instalando un armatoste gigantesco en forma de botella de cava, que eyaculaba espuma sin compasión. El dispositivo de marras, no era otra cosa que parte del atrezzo empleado tiempo atrás en el programa de Rafaela Carrá (el “Hola Rafaela!!”), la popular vedette italiana objeto del onanismo de muchos puretas en el ocaso ochentero. Vete tú a saber, si en un ejercicio de altruismo extremo, tal engendro no fue donado personalmente por el mismísimo José Luis Moreno. Que digo yo, que ya que le enchufaba un buen pastizamen al PP, arreglarle la batalla naval a unos lusers de clase obrera para que se entretuvieran, pues no era para tanto!

En ésos tiempos no éramos ya ningunos chinorris. Sino unos trufas en potencia. El caso es que la peña de mi cuadrilla ( que se había ampliado con El Pelos, El Protozoo, Paco May, o José El Mechas.)  no sé de qué manera, nos encontramos debajo de aquél cañón emanador y, sin momento para reaccionar, acabamos cubiertos por la incesante marea de espuma letal. A los pocos segundos, nos quedamos ciegos y exentos de la orientación necesaria para ubicar nuestra huída, y eso se convirtió en una feria de hostias en la que se incluían pisotones, cabezazos y topetazos múltiples (también con los troncos de los árboles), además del agobio añadido que supone quedarte sin respiración, lo que se tradujo en paranoia colectiva; y en la pérdida de enseres personales como gafas, gorras y sobre todo, chanclas (el Pelos perdió una suya pero se encontró otra mucho más guapa, de piel, aunque también mucho más grande  -unos 4 números más-).

Esta fue de algún modo, la “batalla Express”, ya que una vez salimos de la melé de participantes y recuperamos la realidad, nos fuimos de litros & canutos a la Plaza Vieja. Mis colegas se quedaron en el festi que LaBanda ofrecía en la histórica plaza y yo me chindé soliplás a ver al B.B. King, que ya me había pillao la entrada. Impresionante.

Año 9 del milenio. Ésa puta mierda infame que llevo en la cabeza no valía ni para tomar por culo. Bueno sí, ampliaba las posibilidades de sacarle un ojo a cualquer vecinx que se acercara, ya que no todas las varillas disponían del protectorcillo de plástico reglamentario.


Con el paso de los años, aunque haya perdido ése punto de “aventura exclusiva” de un@s poc@s y se haya “estandarizado”, la lucha de los colectivos implicaos ha conseguido que “La Batalla Naval” vallekana sea un clásico que no entiende de fronteras, razas ni condiciones, y aunque las últimas ediciones se parezcan cada vez más entre sí y no den lugar a muchas sorpresas, creo que ha ido evolucionando notablemente. 

 

*Publicado en el cómic editado por la Cofradía Marinera de Vallekas con motivo del 30 aniversario, en julio de 2011.

  

En 2013, tuve el honor y el inmenso placer de ser el Pregonero de la Batalla Naval. Por ahí tengo el pregón, pero me da rollo exponerlo.



sábado, 19 de marzo de 2022

Los Errores de la Historia se repiten.... Sólo cambia el escenario tecnológico

Con este título tan rimbombante me gustaría dar paso a una pequeña colección de microrelatos y aforismos de muy pocas líneas y no sé si llenos o no de contenido.

 Debo reconocer que lo que me empujó a escribir estos textos fue la lectura de "Pitorismos", segundo libro de mi gran amigo Pitonio Txumino, vocalista del conjunto jerezano "Los Txuminos imberbes", así que me gustaria dedicarselo. 

Quien se jacte de conocerme, debería saber el amor que les profeso. 

Y como estos "Robertismos" son pocos y cortitos, he tenido a bien adornarlos con una serie de dibujillos improvisados sobre la marcha. Unas ilustraciones que intentan ser, como los mismos textos, una mirada crítica, irónica, y a veces cínica, de las nuevas tecnologías en este nuevo orden mundial. Los malos siguen siendo los mismos, sólo cambian de disfraz y sus herramientas son más modernas, lo  que les hace mucho más peligrosos.


Influenciadores

- "Whiskiiii !!"

- "patataaaa !!"

Fueron las últimas palabras de la pareja de influencers al sexto día de su matrimonio, antes de su precipitación por el acantilado



Conspiranoya.

- "Alexa, ¿eres un dispositivo gestionado por la CIA para controlarnos?

- "Canción / Artista no encontrados.  Venga, te pongo a los ´Simple Minds´". 

.... "Y no seas conspiranoico, anda"



Patriotismito

El Capitalismo es a la moral lo que la pulserita con banderita al patriotismo



Violencia intratabernal

Los parroquianos del "Bar Patria" contemplaron, indignados, la ristra de hostias a la que aquella mujer fue sometida por el señor que parecía ser su pareja. Así que, sin moverse de su asiento, habilitaron las pantallas de sus smartphones y manifestaron su descontento e indignación en twitter.



el campeón de siempre.

El 23 de noviembre de 2027, la OMS declaró el fin de la pandemia: Los fallecidos por la cepa mongola del virus "Cojeidem-24" habia sido notablemente inferior a las muertes ridículas a causa de hacer videos estúpidos en "Tik - Tok", y solamente superada, como todos los años, por las muertes del capitalismo



Superfollower

Yo era uno de los millones de seguidores que viven la mitad del día poniendo likes a las estrellas de las redes sociales.


Cuando me defenestré por la ventana, a mi no me siguieron ni las moscas.



Invaders from inner space

Invasión es el incremento de anormales en los barrios obreros. No que existan personas que vengan huyendo del hambre y la guerra para intentar ocupar los puestos de trabajo que los primeros rechazan.



Kapintalismo

Por muy imborrables que sean algunas manchas, estas se pueden eliminar pintándolas del color del fondo. El problema es cuando se pinta el fondo con el color de la mancha.




F I N




martes, 28 de diciembre de 2021

El Poder del Metal

Situémonos en Londres. Concretamente en el Aeropuerto de HeatThrow (o como quiera que se escriba), justo el día anterior a la nochevieja del año 2003.

Me encuentro en el hall de acceso a la zona de facturación entre mis amigos Susana y Óscar “Tras”, hacha de aquél conjunto conocido como “El Motociclón”, el cual, en aquellos tiempos, no había iniciado su andadura. Lo haría tres meses después.  El cuarteto lo completa Adrián Ceballos, uno de los mejores bateristas de ayer y de hoy.

La multitud se acumula en un cuello de botella generado por el control de aduanas, haciendo que el aire sea difícil de respirar. Entretanto, las miradas se cruzan y nuestros rostros definen a la perfección la zozobra de unos cuerpos maltratados por la juerga y el descontrol de las noches pasadas.

En Londres, aunque los garitos cerraran demasiado pronto para lo que estábamos acostumbrados, te podías pasar todo el día haciendo el tourist por la mañana (beber pintas y ver/comprar discos y parafernalia heavyrocker, en nuestro caso) y el crápula por la noche (siempre que conozcas la gente adecuada, o ciertos hostels que se saltan algunas normas).  Así que, tras cuatro días danzando con el bien y el mal, nos encontrábamos sumisos a la inercia de aquel río formado por los viajantes, al ritmo del zumbido de nuestras propias cabezas. 

Durante un momento, cerré los parpados levemente, dejándome llevar por ésa especie de ronroneo andante, y se me apareció el flash de la última noche…

 

El enésimo Pafeto había cerrado y con ello nos dimos de bruces con algo que no queríamos aceptar: pirarse a sobar. Pero Dee Dee, mi hermanín covachero, perteneciente al komando-Arrasate (otro grupo de amigos, a cual más colgao, y  con quienes hicimos sincronizar nuestra agenda de viaje) sugirió que podríamos irnos a su Hostel, que tenía un Pub, así que allí fuimos. Tras los penúltimos bailes y la consiguiente expulsión de aquel garito,  nos dijeron que no desparramásemos por los pasillos ni hiciéramos ruido en las habitaciones, pero que podíamos terminar la noche en el “TV Room” (una estancia enmoquetada, con sofás y una tele doméstica, ideal para contar chistes y engullir cubalibres), así que allí fuimos.

Tras una ristra de momentos cómicos, y con todas nuestras existencias terminadas, sólo nos quedaban dos opciones: O ir [esta vez sí] a dormir, o enhebrar a la puta calle, así que nos fuimos al Hyde Park, lugar donde terminamos jugando al “fantasmita por aquí...”, al “maravilla, maravilla”, “El Minué”, y otros tantos juegos cooperativos que eran, realmente, una escusa para refocilar los cuerpos entre nosotros y otras amigas y amigos internacionales, los cuales se unieron a la comparsa trufa tras ése momentazo estelar en la mencionada “TV Room” y  cuya foto dejo al final de la historieta, porque si la veis ahora no vais a poder pensar en otra cosa que en ésa [alerta spoiler!] infame pirámide de ojetes…..

 

Volviendo del flashback, y despertando a pocos metros de los mostradores de facturación,  me acordé del cinturón de balas mazo de guaper que se había comprado Óscar “Tras”, igualito al que solía llevar Lemmy de los Motörhead o Cronos de los Venom, para petarlo en los festis…

-          “Tronco…. ¿vas a intentar pasar el cinto de balas por el control, o lo vas a facturar?

Le planteé

-          Pues tenía pensado meterlo con el equipaje de mano”

-          “¿tu flipas?”, le espeté

-          “con la que tienen liada en el control, nos van a tener todo el día ahí y seguro que palmamos el vuelo…”

Y así fue como le convencí para que metiera su cinturón a tope de Heavy Metal en su mochila, pero como no tenía hueco, se la endosó a Susana, que solía adquirir, entre otros roles, el de “madre-cuidadora”, y en ésa ocasión no fue menos. “Sus” metió el complemento heavytrónico en su maleta y facturó ésta junto al resto del equipaje.

Tras el paso sin incidencias por los controles de seguridad, nos dirigimos a la puerta de embarque, en cuyo mostrador, presentamos nuestro billete y documento de identidad.

Y no pudimos contar apenas unos segundos cuando, de repente, se nos presentó un tipo alto, con traje y un pinganillo de ésos que utilizan los Geos, custodiado de unos cuatro guardias de seguridad armados.

Con un gesto de invitación a que le acompañáramos, aquel señor que parecía de la Interpol nos llevó a una estancia en la que había una especie de cabina de un metacrilato que, de grueso que era, tenía toda la pinta de ser antibalas, e incluso anti-deflagraciones. La cabina era amplia y cabíamos los cuatro cómodamente. Y aunque no disponía de asientos, tenía algunos maceteros con Troncos del Brasil, Potos y otro tipo de plantas de interior que lo convertían en un espacio bastante coqueto y agradable.

 

Una vez dentro, se dirigió a mí (supongo que pensaría que era el líder de la banda) y me dijo algo así como

-          ya jav Bulats in yar pakeich

Apenas me había salido un “Guat de Fak?”, cuando el tipo se intentó explicar de otra manera:

-          “ya jav Munishon…. Amunishon…” … “Armor!!” 

-          “Armoor?” … “Cooomor???” dijo alguien…

-          “Ah coño!!!”, respondió Adri, que era quien tenía el B3 de inglés

-          “It’s not Munition, is fashion, fashion”….  “not armor…” Continuó…

-          It’s a …. It’s a …

-          “Joder tronco… ¿cómo se decía “cinturón” en inglés?”

-          Estooo….”

Y mientras los dos hacíamos el gesto de señalarnos el cinturón, el tipo dijo:

-          A Belt?”

-          Ou yeah, boss!!! It is a Belt!!”  le respondí entusiasmado.

En ese momento, la cabina de metacrilato de alta gama ya estaba rodeada por otros cuatro guardias más, con sus metralletas y vestimenta para-militar.

-          OKAY….

Sentenció el jefe, seguido de una serie de vocablos en inglés a alta velocidad, dirigiéndose el pinganillo a las fauces, mientras se marchaba como diciendo “Esperad, que en un ratico vengo, zagales!!”

A partir de ahí fue cuando se vivieron los momentos más tensos…

-          “Joder Chicos, No me lo puedo creer. Anda, que ya os vale! …” Comenzó diciendo Sus.

-          “Buah chaval… seguro que nos llevan al talego, rollo preventivo, en plan protocolo antiterrorista…” continuó Adri

-          “No creo. Pero lo que tampoco creo es que nos estén esperando los del avión, seguro que ya han despegao...” Añadí.

Tras unos extraños segundos, en los que el silencio pareció apoderarse de la sala, éste fue roto por Óscar “Tras”, que había permanecido impasible en todo el proceso de retención como si la cosa no fuera con él:

-          “¿Sabéis lo que os digo?” Preguntó.

Para, seguidamente, soltar esta perla literaria:

-          “Que como no nos suelten pronto, les pienso dejar un obsequio en una de las macetas. Que llevo un rato jiñándome”

 

Las risas y carcajadas fueron inmediatas y los chistes de ámbito escatológico no se hicieron esperar, empezando por uno que contaba nuestro amigo común Jesús “El Pelos” y del cual éramos muy fan:

-          “Esto que van dos prendas que están metíos dentro de un váter (pero dento del inodoror), y de repente mira uno pa arriba y dice: ‘Cuidao! Que viene un troncocooogh’ …. oclog”

-          “Buah, chaaavas, hahahajaja”

O este otro:

-          “Óscar, que me han dicho que te has cagado en el ascensor”

-          “Calla, calla, es que he visto ‘Planta Uno’ y me he liao”

-          JAJAJAJAJAJAJAJAA!!!! GUAAAA!!!

 

Los “G-Joes” flipaban.

En el Fadeout de las risotadas, observé cómo nos miraba uno de ellos. Y, por un momento, jugué a meterme en sus pensamientos. E imaginé que uno de ellos imaginaba:

-          “A gañanes no tienen rival. Pero Terroristas, no creo que sean terroristas ...”

Mientras, yo mismo le dibujaba, con mi imaginación, una viñeta con forma de nube alrededor de las palabras que creí imaginar que pensaba….

Entonces, mi flipada mental fue interrumpida por el jefe de seguridad Interpoliano que había pilotado el interrogatorio y, regalándonos una sonrisa forzadamente ensayada, nos dijo algo que no entendimos, pero que interpretamos como que el malentendido ya se había aclarado. Así pues, nos dejamos caer camino a la puerta de embarque, orientados por el paseíllo formado por ésos pedazo de guardias de seguridad “High Level”.

La verdad es que acojona ver tanta metralleta junta.

 

cinto quetecuén x-ray spex

Cuando entramos en el avión, no fuimos recibidos precisamente con cánticos de bienvenida. De hecho notamos una especie de silencio abrupto e incómodo, como si el ruido formado por las conversaciones de unas y otros se hubiera interrumpido repentinamente ante nuestra llegada, evidenciando que nos estaban poniendo a parir. Aunque no puedo asegurar que fuéramos nosotros, precisamente, el objeto de sus supuestas descalificaciones, dado que los de RayanAir no habían tenido a bien enchufar el aire acondicionado durante la hora que duró nuestra desventura, por lo que se jactaba el olor a humanidad, se podían observar los chorretes cristalinos de las frentes y se percibía que la gente no se estaba divirtiendo.

Desde luego, si los de RayanAir hubieran sacado el “rasca y gana” en ese momento, saltándose el protocolo y hubieran puesto el climatizador al 11, como si del volumen del amplificador de los Spinal Tap se tratara, seguro que hubieran amortizado de sobra el gasto del aire. Y la gente se hubiera quedado esperando tan a gustito, recordando experiencias de su estancia, o jugando al bingo de marras.

Chimpón.

 

 

En fin, amigas y amigos. Espero que este pequeño relato os haya resultado, como mínimo, entretenido.

Por mi parte, como no puede ser de otra forma, debo de reconocer que me lo he pasado del carajo recordándola e intentando transcribirla, siendo lo más fiel posible al surrealismo de la memoria, y es que el paso del tiempo también es una especie de pincel mágico que nos pinta trajes de superhéroes cuando así lo necesitamos.

Y para comprobarlo, sólo hay que volar a nuestra infancia.

 

 

Un cordial y animoso saludo, amigas y amigos reales e imaginarios.

Que el año 2022 os abrace, os cuide y os sonría casi todo el rato. Y cuando no lo haga que sirva al menos para apreciar, precisamente, las sonrisas, los abrazos y la salud.


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Enlaces externos:

https://youtu.be/viIT6fjaCs0 (punteo del "Onanismo Obligatorio". la grabación perdida, Por Óscar "Tras")

https://www.youtube.com/watch?v=-YzFvseFV6E (Actuación de Mohama Saz, con Adrián Ceballos a la batería)






















y ahora sí ....

Ahí lo tenéis: El CASTELLÉT de CULOS



lunes, 15 de junio de 2020

LETHAL HUEVO FRITOR


La época en la que me vine a vivir sólo (conmigo mismo, quiero decir) al kerfo donde habito actualmente (ahora junto a las dos personas más maravillosas de mi vida) fue una época en la que el rock and roll me abrazó con la mayor intensidad que yo recuerdo.  Eran tiempos  del “RockandFuckingRoll” (una de los primeros foros de rock,  creado por el recordado Kike Turmix y dónde conocí a algunos de mis mejores amigos a fecha de hoy), la era de los grandiosos  RIP KC, de los que fui su tour-mánager y con los que monté uno de los primeros grupos “tributo” que hubo en Madrid (Los JuanRAMONES).

Ésos fueron los primeros años del Gruta 77, y el cénit del Rock Palace como epicentro de lo que se cocía en el underground madrileño.  Íbamos a conciertos todas las semanas, algunas de miércoles a sábado, y el cuerpo resistía los embistes de la noche mientras  el crapulismo nos envolvía con su capa decibélica: Éramos alimañas del rock.

Motociclón no existía, pero estoy seguro que sin ésos cimientos, jamás lo hubiera hecho.

Estábamos en los estertores del invierno y el circuito de salas (Siroco – El Sol, los mencionados Gruta 77 y Rock Palace y por supuesto los añorados Jimmy Jazz y el Hebe de Vallekas) hervía burbujeante de ruido talentoso. Probablemente, los conciertos se sucedieron durante al menos las dos noches previas a aquél sábado.  Vamos a ponerle que era marzo de 2001.

Me desperté sólo, en el más amplio sentido de la palabra, sin despertadores y, como buen “looser”, sin nadie al otro lado de la cama (que era lo habitual cualquier sábado o domingo).

Me incorporé, me encendí un truja, me dirigí al tigre y, poniendo al límite el grifo del lavabo, succioné, literalmente, el chorrazo a presión que emanaba, chupándome, como mínimo, un litro y medio de agua y  que poco más devuelvo a la naturaleza a través del váter en forma de cabra incolora.

Tras una ducha estimuladora, empecé a notar un hambre del copón, así que abrí la nevera, para ver qué manjares me regalaba, pero el panorama no era como para montarse unas jornadas gastronómicas, precisamente.

En ésos tiempos, junto a mis hermanos pequeños, los Rip KC, teníamos la costumbre de poner al “Pauly”, el cuñao de Rocky Balboa, como tótem de nuestras desgracias. “Tengo menos dinero que el cuñao de Rocky”, decía uno. “Follo menos que el cuñao de Rocky” contaba el otro.

“Tengo la nevera como la del cuñao de Rocky” pensé en ése momento; y es que sólo había, entre latas de birra y cola, un cartoncillo de ésos de media docena de huevos, con un sólo superviviente, el cual me dispuse a freír.

No os voy a dar, a estas alturas, un tutorial de cómo freír un huevo, pero me salió del copón: La yema naranja y la clara con rizos por todos laos. Un puto huevo frito en su cénit existencial. El problema fue cuando, sujetando la espumadera con la mano derecha, fui a depositar la sartén en el soporte – quemador que había utilizado.

Como mi concentración físico-mental estaba absorbida por ése peazo de huevo pecador, lo coloqué sin mirar, sin percatarme de lo nuevo y resbaladizo que estaba todo hasta que la sartén hizo un flash, e hizo un volquete letal que devolvió todo su contenido a mi mano abierta, ya que el subconsciente hizo que intentara agarrarla.

Qué rico. Un cuarto de litro de aceite hirviendo en la palma de mi mano y chorreando por el dorsal de la misma haciendo riachuelillos por los nudillos.

Mi primera reacción fue gritar agónicamente. Pero me di cuenta que me estaba poniendo en plan peliculero. Ya que no era para tanto.

No era para tanto los cojones. Inmediatamente no hubo dolor, pero pasados unos segundos, una vez el aceite iba haciendo su efecto en las capas de la piel y en los nervios, un escozor intenso me apretó, como si  el demonio agarrara mi mano con la suya. Entonces, no dudé en recurrir a la única opción que podía tener en ése momento: abrir el grifo de agua fría de la pila de la cocina y poner la mano debajo.

Qué gustito.

Como tampoco me podía quedar ahí en plan muñequer para el resto del día y mientras pensaba qué podía hacer, contemplé al huevo frito fuente de mi desgracia. Un huevo frito letal. Un huevo frito de madre campera que me observaba con ése ojo naranja todavía caliente.  Cíclope de barba dorada y rizada que escondía la sonrisa de la venganza como diciendo “haberte hecho vegano como tus colegas hardoretas, peazo mongol”. Así que cogí aire, me dirigí al cubo “de fregar”, el cual vacié en el váter del agua estancada y opaca que contenía (y que me sirvió para descubrir el origen del aroma a cloaca de mi cocina) y, tras llenarla de agua fresca y clara, me llevé todo el kit de sobre-mesa al comedor. El huevo duró menos de un minuto, el cual devoré intentando manejar con la destreza que me permitía mi  mano sana (y que no recuerdo si era la diestra o la izquierda). La otra, la dejé todo el rato dentro del cubo. Encendí la tele.

La tele de marras, era un televisor de ésos gigantescos que pesan como una persona adulta y que en los ochenta serían la polla, pero en aquél momento, no era sino un armatoste infame. Carecía de mando a distancia, por lo que siempre estaba puesto el mismo canal, uno donde sólo daban pelis. Un engendro tecnológico que me vino “de regalo”. Uno de ésos obsequios envenenados que te ofrecen como si te estuvieran haciendo un favor cuando realmente el favor lo estás haciendo tú.

Ahora que lo pienso, lo único bueno que tuvo ése puto aparato es que cuando vino el apagón analógico, me inspiró para plantearme no tener televisión en casa durante un tiempo. Y ésa fue la razón por la que estuve tres o cuatro años sin TV.

En el momento de la sobremesa, estaban dando “Maverick”, una película ambientada en el “lejano Oeste” en la que Mel Gibson interpretaba a un prenda que se le da de puta madre jugar a las cartas. No tengo ni puñetera idea si jugaba al Mus, al Chinchón  o al Julepe, que yo de eso no entiendo, pero el caso es que no consiguió hacerme desconectar de mi principal preocupación aquel día: ¿cómo coño iba a ir al concierto que había en el Rock Palace ésa misma noche?

Sin hacer mucho caso al flow de la historia del largometraje, me puse a hacer un concurso conmigo mismo, del rollo “Aguanto con la mano fuera del cubo un segundo, dos, tres, cuatro, cincooo oaaaag… uff…” y así durante un buen rato.

Pasados no más de cinco minutos del “reto” de marras, y habiendo establecido un récord personal de unos 10 [o 6] segundos, me dispuse a dar el paso para iniciar mi cura. Una cura récord que no debería llevarme más de las 5 o 6 horas que restaban de mi cita en el Rock Palace con mis amigos Manolo Glub, Sus, Carmaicol, los gemelos, y las hordas Rip Kacianas.

Como era incapaz, ya veis, de aguantar apenas unos segundos con la mano fuera del agua fría, y dado que era un canteo salir a la calle con ése pedazo de cubo, me dispuse a cambiar de recipiente y, tras rebuscar entre mi lujosa vajilla formada a base de vasos de plástico de jaias, gaztetxes y fiestas populares, encontré un vaso de “mini” de los de toda la vida. La mano me entraba bastante apretujadilla, pero me ofrecía más independencia a la hora de moverme.

Como vivo rodeao de farmacias (y bares, para compensar), en tres minutos estaba entrando en una de ellas. La tocha, la que está abierta las 24hs.

Cuando aparecí por la puerta, el chico que me atendió me miró como conteniéndose la risa:

  • En… ¿En qué puedo ayudarle?
  • Pues mira. Resulta que se me ha vertido el aceite hirviendo de una sartén, y estoy que no me aguanto del dolor, ¿tienes algo?
  • Mira, te recomiendo unos apósitos impregnados en nosequépollas de pomada analgésica, y tal y pascual….

Y tras hacerme unas recomendaciones sobre la posología del producto, me lo metió en una bolsita levantando las dos cejas la compás, como diciendo “anda cuidate, gañán”.

  • Buenas tardes, y muchas gracias
  • A usted. Y buenas tardes.


De vuelta a casa, al intentar ponerme las toallitas impregnadas, comprobé que la crema que contenían, por muy analgésica que fuera no tenían un efecto lo suficientemente inmediato como para hacerme una manopla y continuar con el plan del sábado como si nada, ya que, si sacaba la mano del vaso de plástico, el dolor era  cada vez era más intenso. Estaba claro: necesitaba algo más duro, más fuerte. Más heavy.

Y si detrás de mi kerfo tengo la farmacia 24 hs, delante tengo un pequeño hospital, así que con el mismo método, “mano_en_Katxi”, me fui para las urgencias del “Virgen de la Torre”.

Como no había nadie, enseguida me atendieron y también fliparon con mi aspecto.

  • “Aquí no podemos ayudarle. Usted debe ir a su ambulatorio”

Me dijo el enfermero que tomó la iniciativa, y que parecía ser el jefe.

“Mi ambulatorio” resultó estar en el barrio de mi madre, donde me crié, que está a unos 6 kilómetros. En ése momento me acordé del Panceta [uno de los protagonistas de ésta historia], y de cómo una vez le fueron a poner una B12 en la casa socorro de Mombeltrán y el, ni corto ni perezoso se bajó toda la ropa y abriéndose los cantos de las nalgas les dijo a los sanitarios “Ahí lo lleváis, si le dais al centro, tenéis 10 puntos, jajajajaajooojjjajjooojjaaa”.

Lejos de indignarme ni de emular al Panceta, les puse cara de pena, y les dije:

  • Mirad que pintas traigo ¿de verdad tengo que pillarme un autobús asina? ¿en serio no tenéis algo que me podáis introducir por el culo?
  • Bueno, chaval, por el culo no exactamente, en todo caso, en la nalga.

Y, con cierto gesto de complicidad y empatía, accedieron a  prepararme una inyección de “Nolotil” o algo por el estilo.

Antes de  que sacaran el producto para introducirlo en la jeringuilla, yo ya estaba con el bulla en pompa y mirando pa la meca.

Qué rico.

El Pastruz ése que me metieron por el glúteo hizo efecto a los pocos minutos,  tiempo que aprovecharon para confeccionarme un guante mazo de guapo a base de toallitas impregnadas (de las que minutos antes me había vendido el farmacéutico), apósitos, y un vendaje que  hizo que mi mano pareciera la del muñeco de Michelín, o la del monstruito que salía en la [épica] secuencia final de “Cazafantasmas 1”

                         

Sentía que, si bien esto no significaba mi cura total, al menos iba a salvarme el sábado. Todavía tenía molestias, pero estaba convencido de que el pimple correspondiente a una noche de rock and roll mitigarían cualquier ápice de dolor.

El grupo que tocaba ésa noche en el Rock Palace eran unos yanquis geniales que se llamaban “Cretin 66”.  Punk heavy and roll de ése de los primeros dosmiles, rock greñudo con parafernalia a base de llamas, dados colganderos, bolas ochos, guitarras al viento y toda la perfo:



En el encuentro parroquial en el Palace, hubo bastante cachondeíto en torno a la historia que rodeaba  a mi mano vendada, pero  en cuanto sonaron los primeros guitarrazos, nos metimos de lleno en el chou de los norteamericanos.

El concierto estuvo del copón. Nos la gozamos, bailamos, hicimos air-guitar y nos enchufamos múltiples unidades de combinados a base de DYC o Rones-colas, según los gustos de cada cual.

Horas después, habiendo llegado a ésa fase en la que a pesar de tener la brillante oportunidad de irte a casa, eliges  pasar a la siguiente pantalla: La “fase-desfase”, en virtud de la cual decides, junto con el resto de trufas a los que también se les ha calentao el pico, aterrizar en el templo del metal de aquellos tiempos: La Discoteca Excalibur Metal.

La verdad es que era  muy raro que, siendo viernes o sábado, no terminásemos la noche en la “Excali”. Allí continuábamos engullendo cubatas, hablabas con unos y otras, contabas chistes en voz alta o,  si sonaba algún hit ineludible, practicabas el arte del air-guitar. Si te flipabas mucho, incluías el hincamiento de rodilla dentro de la coreografía u otros nuevos “pasos” de baile, como lo que se viene a  denominar  “deslizamiento triunfal”, una práctica que consta de una carrerilla que se interrumpía mediante el lanzamiento al suelo con el interior de las dos rodillas, que iniciaban el deslizamiento y que culminaba con cierta velocidad hasta que apoyabas toda tu espalda en el  gres. El cuerpo que se te quedaba era similar a éste:


Esto es de un festi que dimos los Motociclón con los Mostros y los Muletrain en Palma.

Lo que tengo encima es un monitor. Sí. Me dio el punto de echármelo encima.

Aunque el origen de esta foto no tenga mucho que ver, así se te queda el cuerpo cuando haces un Deslizamiento Triunfal




No tengo un recuerdo formado de la canción que estuviera sonando en aquél momento, pero de lo que sí estoy seguro es que mi punteo al aire incluyó el deslizamiento triunfal.


Una vez  me levanté, seguí a mi brondi uniéndome al grupo de mis crápulas amistades. Segundos después, empezó a oler a chamusquina: Se conoce que  cuando me apoyé en el suelo para mi incorporación, mi manopla se topó con una colilla de cigarro encendida.


Observé como el capullo incandescente del truja se había acoplado entre el tejido del vendaje, soltando una  nube de humo considerable. Entonces agité mi mano, nerviosamente, lo que hizo que apareciera una pequeña llama, llama que creció cuando mis colegas se pusieron a soplar.



Fueeegor!

En El Excalibur me sentí

 “Eddie 1982”

Finalmente, el más lúcido de todos vació lo que  quedaba de su cubalibre, apagando el fuego y dejando la mano vendada con unas tiras negras colganderas que daba pena verlo.

Se cierra el telón.


Se abre el telón:

Me encuentro en el baño de mi kerfo. No recuerdo cómo llegué. Mi amiga Sus me está ayudando a quitarme lo que queda del vendaje y según va quitando trozos de venda y  apósitos con tonalidades marrones y amarillo fosforito, van apareciendo pompitas con liquidillo en su interior. Una ristra de ampollas que evidenciaban la mutación de mi mano a lo largo de la noche.

  • Jó, tiiiio…. La que tienes montá !

Comenta Susana que, sin perder ni  la compostura ni ésa sonrisa tan graciosa y como casi siempre infinita, me propone pinchar las burbujas.



Se cierra el telón.





F  I  N
Os dejo una lista (que irá creciendo según vaya recordando bandas) de GRUPOS QUE VÍ EN EL ROCK PALACE. Algunos lo petaron después.... 

https://www.youtube.com/playlist?list=PLKgc8dkDY9vl_rNMpMLlmnbU6aZfdYoFc