viernes, 25 de noviembre de 2016

HOSTIA NUMERO DOS

Hey!!


Que el día de la presentación de "La Vida es un Bar (VK)" será el próximo miércoles, 30N, en "La Esquina del Zorro", uno de los rincones culturales más entrañables del barrio.


Ahí estaremos...  y hablaremos del libro entre música y cerveza!!!!






Entretanto, os Adelanto otro piñazo de la trilogía con la que he participado





Hostia número 2:

“El partidillo del descampao”


El Jimmy Jazz pilló tal popularidad que se petaba hasta el punto de que no se podía entrar debido a sus limitaciones de espacio, por lo que pasados unos pocos años, se tuvieron que mudar al local donde está actualmente.

En aquella primera época, alternábamos los mocarrales en el Jimmy jazz con las trufas letales en el garito conocido como “Sala Green”, lugar dónde hicimos algún concierto los “Lipotimia” grupo con el que hice mis primeros pinitos como cutre-singer del rock.  Además, ambos estaban en la zona del Alto del Arenal, por lo que nos pillaba muy cerca el uno del otro: primero cerrábamos el Jimmy y luego hacíamos lo propio con La Sala Green, de dónde salíamos a las ocho de la mañana como auténticos zombies, subiendo por la calle Carlos Solé hasta llegar a la calle Pablo Neruda, que es donde me crié, y dónde Miguel “El Gordo” regentaba una bodega que era una risa.


En dicha bodega se han producido alguno de los hechos más surrealistas que he podido vivir estando en una tasca; como cuando de repente apareció un prenda diciendo:


  • “Hola, buenas tardes. Perdón, ¿es aquí donde venden impresoras a 2 talegos?”
  • “Sí” –contestó el Gordo- “Están detrás de la tragaperras”.
    U otra vez,  en la que me decía
  • “Roberto, te vendo un queso”
  • “¿un queso?”
  • “Sí, a un talfi. Píllaselo a tu madre, La Nani”. “Un kilo y medio de queso, del Cortinglés a la bodega”
    En otra ocasión, le fui a pagar  un refresco con un billete de 500 pesetas y me dijo:
  • “¿qué pasa Rober? ¿me vas a hacer cambiarte? ¿no tienes nada más pequeño??”
  • “Joder, es que lo único suelto que tengo son 15 pesetas”, le contesté.
  • “Trae. Me vale. Pero no me jodas con tener que cambiarte el billete, que hoy no me apetece currar de más”. Sentenció.
    ¿Os acordáis de la serie “Twin Peaks”, que empezaba con una historia en la que salía la voz de un policía diciendo “Laura Palmer, la han encontrado muerta, envuelta en un plástico”?
    Pues El Gordo tuvo a “Laura Palmer” de pincho durante unas semanas, ya que tenía un lacón gigante, que estaba envuelto en un plástico al que nunca cambiaba y que cada vez tenía peor aspecto.
  • “Gordo! Dos botellines!”
  • ¿Y de pincho”? ¿quieres un cacho de Laura Palmer, que está envuelta en un plástico?
  • “Extraordinario!!”
    Jajaja, mi plas tiene otra …

ZETA:  Andábamos de fies por Vallekas. El  rollo es que acabamos el Kake, Robertez, el Chiquitín, el Chuki, una chavala del pueblo Vk, de la cual no recuerdo el nombre, y yo.

Pillamos del kelfo de Chiquitín un jamón, incluido jamonero y subimos los seis en el coche del Kake, rumbo a la Bodega. Cuando el Gordo ve un jamón se pone nervioso. Mover?....se mueve poco, pero con esa materia prima, en dos movimientos……jamonero, jamón y cuchillo….

Tras pedir una caja de botellines, nos pusimos a comer jamón todo el barrio.

Lo bueno de todo esto, es que jamón sobró…claro que sobró!

¿Qué hizo el Gordo?...Estuvo vendiendo bocatas de jamón como poco dos semanas, y dudo que no vendiera también el hueso para caldo”



Si la hora y la cifra lo permitían –el estado físico era lo de menos-, íbamos a dicha bodega. Si veníamos de la Sala Green, pasábamos por delante del colegio “Santo Domingo”. Justo enfrente había un descampado donde había una pequeña barriada formada por casas bajas.


Aquella mañana, iba con mi compadre José “El mechas” (aunque tenía otros apelativos, como “El Pestañas” o el “Osito Padington”), guitarrista de los Lipotimia, y uno de los tíos más simpáticos de cara a afrontar una noche de juerga.

El otro compañero era mi gran amigo Oscar “El Protozoo”.


Es curioso que estando en un estado lamentable, el recorrer un pequeño descampado de apenas 100 metros te puede suponer una hora de reloj. El caso es que de repente, el “Proto” apareció con la tapadera de un bote de cola-cao, dispuesto a echar una “pachanguita”…


  • “¿A que no me la quitáis, cabrones?” dijo, con una sonrisa desafiante.
  • “Pin pan… y pin pan…”  se repetía a sí mismo mientras se pasaba la tapa del bote de un pie a otro.
  • “¿Qué no?, ¡Ya verás!” soltó “El mechas” mientras se lanzaba a por él.
    Yo,  en un primer momento, pasé de participar en el juego. “Estoy yo ahora como para hacer deporte”, pensaría –si es que en el estado en el que estábamos era capaz de pensar algo-, y me mantuve al margen del partidillo improvisado. Pero de repente, la tapa de cola-cao salió disparada de la nube de polvo que estaban montando mis amigos, hasta caer en mis pies, y entonces me vine arriba:
  • “Al loro, señooooraaa!!, que la Pilla Paulo Futre, se la lleva por la banda….”
    Gritaba, mientras corría a toda la velocidad que me permitían mis piernas, sin quitarle ojo a la tapa que servía de pelota, y al propio suelo, que hacía las veces de terreno de juego. Hasta que me topé con el bordillo dónde empezaban las casas, tropezando con vehemencia con dicho bordillo.
    Si estampas tu careto contra un muro tras un tropiezo después de estar corriendo a 30 kms por hora, y ése tropiezo se produce a apenas metro y medio de dicho muro, La fuerza del impacto resultante no os la puedo dar en cifras, pero lo que sí puedo asegurar es que tu rostro se queda dibujado en la pared, como si fuera una cara más de las conocidas como “Las caras de Bélmez”.
    Los dientes, los volví a salvar. La sonrisa no tanto.

Habían pasado apenas unos meses del piñazo en el Paseo del Prado. Así que cuando llegué ése lunes al curro, lo primero me dijeron mis compañeros fue:

  • “Pero Roberto!, ¿qué te ha vuelto a pasar en la cara?”
  • “Nada, que estaba jugando de portero, me tiraron un lanzamiento ajustado, y me comí el poste”
  • “Que no. Loco. Eso es que te volvieron a partir la boca de una hostia, ché”  volvió a decir Ronaldo, a ritmo de tango, mientras se levantaba de la mesa y bailaba, graciosamente, otro tanguillo.

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