Ayer se fue Jorge Garzón.
Cuando llegué con mis amigos ( y sin embargo hermanos - ¿o era al reves?-) Jesus y Carlos (a.k.a Halford) al hall del tanatorio donde informan de cómo quedan repartidos los fallecidos del día en las diferentes salas de duelo, y ví su nombre en la pantalla, se me congeló la sangre.
Y noté como un pedazo de mi infancia se moría junto a él.
Unas horas antes, en una conversación telefónica con la Nani, mi madre, ésta me contaba la importancia de la etapa infantil, que, según ella, es la más importante de nuestra vida, ya que es la que realmente nos empieza a definir como personas.
Yo tuve la suerte de tener una infancia maravillosa, y ahora, mientras recuerdo alguno de los momentos vividos junto a Jorge, éstos, habitualmente llenos de color, se tornan grises.
Y mientras surgen mil preguntas sin respuesta, le homenajearé con cada acto del día, recordando la bondad de una persona que, cuando te hablaba, te abrazaba.
Un beso.
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