Cuando era pequeño y cursaba la
E.G.B, el primer ejercicio del curso era una redacción sobre lo que habíamos
hecho durante el verano. Algunos compañeros de clase contaban lo bien que se lo
habían pasado con sus papis en la playa, jugando con las olas y haciendo
castillos de arena, en un bucle que terminaba cuando finalizaban sus
vacaciones; otros, los que tenían casa en el pueblo, hacían lo propio, pero en
su caso, sus historietas eran mucho más divertidas. Y los últimos, la gran
mayoría, contábamos la cantidad de cosas que habíamos hecho en el barrio,
jugando en la calle, y viviendo mil aventuras.
En mi caso, la calle donde me crié estaba lleno de niños y
niñas. Cada uno tenía de 2 a 4 hermanos, y salvo unas pocas, las familias no
podían permitirse económicamente un
veraneo más allá de lo que pudiera ofrecer el barrio en la época estival, y que
no eran pocas cosas. En mi barrio, entre los años 82 al 86, el gran descampado
y los montículos de tierra que había enfrente de nuestra casa (geniales para
deslizarte con los frisos o las tapas de las tazas de wáter que encontrábamos
entre los escombros, a modo de auténticos trineos-lumpen), fueron mutando,
primero, en unas zanjas geniales, una red de alcantarillado por estrenar, y
unas obras que ofrecían mil posibilidades para la aventura y la exploración.
Mi redacción de uno de ésos años
podría resumirse en "Este verano, hemos recorrido el barrio de Nuevas Palomeras por el alcantarillado
con linternas, hemos hecho en el patio un campo de fútbol con porterías auténticas,
construidas con los tablones y redes que hemos 'cogido' de las obras, y hemos
organizado un mundialito con chavales de otras calles. En uno de los partidos,
vimos a mi madre hacer la Spiderwoman...
ah! y nos hemos bañado en la piscina de
moratalaz..."
Os voy a contar, primero, que es éso de que una madre haga la "Spiderwoman"...
Puedo decir orgullosamente que
mi madre, la Nani, era la salvación de mucha gente en mi barrio:
- "Nani, le cortas el pelo
a Joselito?"
(mi madre no era peluquera,
pero hizo un curso "de necesidad" con las cabezas de sus tres hijos
-especialmente grandes, sobre todo la del más pequeño -)
- "Mama! me puedo ir a la piscina?"
- "¡Pero qué piscina ni
que piscinaaah!!?"
- " Es que va la
Nani, y se lleva a todo el barrio..."
- "Ah, bueno, si es con la
Nani..."
Y, entre apaños de costura,
sacar el cubo lleno de agua para refrescar a todos los críos del barrio tras un
partido de tres horas desde las 15 hasta
las 18 hs de cualquier día de agosto..., su superhit
(repetido en no pocas ocasiones):
-"Nani, que nos hemos dejao las llaves dentro de casa, ¿podrías
saltar desde la ventana del vecino de al lado?"
Y ahí, era cuando mi madre se
ponía el maillot de spiderwoman y pasaba de una terraza a otra, deslizándose
por un pequeño bordillo de no más de 15
centímetros de ancho.
Por lo general, eran pisos no
más altos que un primero, pero en ésa ocasión, los caprichos del destino
eligieron a una pareja de septuagenarios, que vivían en el cuarto, y mi madre,
conmovida por la avanzada edad de los vecinos (y porque se habían dejado la olla puesta), se vino arriba (y tan arriba, ya
que no había más pisos) y se lanzó a ejecutar su enésima buena acción del día.
Imaginaos el escenario...
Partidazo. Empate a
siete. Penalti en contra de la
portería que defendía Paquito "el
Cebolla", autor de grandes paradones, cantadas, y palomitas-fantasma, hoy
en día conductor del 143. Raúl "El Zapa" (actualmente regenta un
mesón-taberna en un pueblo de Ávila y le va del copón) se dispone a lanzar la
pena máxima.
Coge carrerilla, y pega un patadón
al balón con intención de darle al "muñeco", objetivo que cumple con
creces, ya que el esférico impacta de lleno en las fauces del guardameta,
dejándole K.O. durante unos segundos. En el rebote, se forma una melé que hace
que el balón se pasee por la línea de gol, que Javi "El Pachu" (pensionista)
saca in extremis (lo curioso de éste mote, mutación de "El
Espachurrao" es que se lo puso su
propio padre).
Y cuando los acontecimientos
de la recta final del encuentro indicaban que éste iba a terminar en tangana,
de repente, una de las niñas que jugaban en los columpios, y que estaba en lo alto del tobogán dispuesta a
deslizarse, grita "Miraaad!!! que hay una persona colgada de una terraza
del cuarto!!". Y de repente, el silencio se apoderó de todo el patio,
hasta que alguien dijo "¡pero si es la Nani, que está pasando de una
terraza a otra!" . Y durante los
segundos que duró la gesta nadie dijo nada, hasta que por fin, vimos sus pantorrillas
colgar de la terraza contigua, con la
mitad del cuerpo ya dentro de su objetivo, y fue entonces cuando los aplausos,
vítores y gritos de algazara se oyeron desde la Avenida de la Albufera hasta la
carretera de Valencia ... del Alto del Arenal, al barrio de los Álamos.
A día de hoy, me pregunto qué habría pasado si mi madre se hubiera defenestrado, y en ése instante y durante un segundo, me deja de funcionar el cuerpo humano.
La Gran Nani en 1975 en la única foto que tengo digitalizada. A la izquierda mi hermano Franchu (otro grande), y a la derecha el que te cuen. |
En todo caso, nuestro
entretenimiento "estrella" (aunque sólo nos lo podíamos permitir una vez
cada dos semanas, como mucho), era la piscina de Moratalaz (que era la que más
cerca nos pillaba, ya que sólo teníamos que cruzar la
"pista-Valencia" y andar un Kilómetro y medio). En ésa piscina viví alguno de los mejores
veranos de mi infancia. En la adolescencia, empezamos a colarnos por la valla
que había entre el polideportivo y el merendero, y a partir de los años noventa,
lo hacíamos por la noche o de madrugada, en lo que significaba el epílogo a una
gran noche de jarana.
Y es aquí donde aparece otro
de los múltiples actores que ha formado parte de mi vida: El Pipa.
El Pipa, el día de autos, fue a visitar a mi abuela, la señora Carmen, que se solía poner hasta el culo de fanta-naranja en el Palomeras Rock mientra escuchaba rockandroles con alegría. |
En los años noventa mi
compadre "El Pipa" y yo organizábamos, junto a otros amigos, el festival “Palomeras Rock”, fregao del que ya os he hablao en el post anterior.
Cuando terminaba el
evento y habíamos conseguido pagar a los artistas y proveedores, jactándonos de
nuestro triunfo, teníamos como costumbre
(costumbre que se convirtió en un rito) colarnos, una vez avanzada la
madrugada, en la piscina de Moratalaz y hacernos unos anchos en pelota picada.
Quiso el destino de ese año
(sería el dos mil y poco), que cambiásemos de instalaciones, yendo en ésa
ocasión a la piscina de Palomeras, así que nos presentamos en frente del
portalón de carga/descarga de dicho recinto y el Pipa, en su faceta más
acrobática, se saltó la verja en cuestión de segundos.
Supongo que para redundar la
seguridad de la finca, habían soldado una plancha metálica de forma que hacía
la valla más alta. Comprobé que era una soldadura bastante cutre en cuanto subí,
me descolgué confiando todo mi peso en dicha placa, y ¡Katacrok! : merendola de
hormigón.
Seguramente el estruendo
formado por el galletón que me di despertó al guardia de seguridad, ya que
vimos moverse la luz de una linterna, lo que nos empujó a amochambrarnos en el hueco que había entre los matorrales que
rodeaban la finca y el muro de la valla que daba a la calle.
Al cabo de unos pocos, pero
larguísimos minutos en los que no ocurrió nada, nos entraron ganas de mear, así
que procedimos a bajarnos los pantalones y los calzoncillos sin asomar por el
arbusto que nos servía de escondite y así, en cuclillas, iniciamos una micción
inverosímil que tuvo como cénit la gran colocada de marrón. Imaginaos la postal:
Primero vemos la luz que
“escaneaba” toda la línea de aligustres y se detiene en nuestra zona por lo
que, de forma instintiva, cambiamos nuestra posición, situándonos paralelamente
entre el arbusto y la valla. Para que os hagáis una idea, como no nos había
dado tiempo a subirnos los calzoncillos, tenía “el frontón” (el perineo) del
Pipa a apenas unos centímetros de mi nariz, y su ojete, a otros pocos de mis
gafas.
Cuando vi iluminado todo el
caminillo de arbustos, incluyendo la espalda de mi compadre, supe que nos
habían colocado, al igual que adiviné que lo primero que vio el empleado de
seguridad fueron nuestras nalgas dándole las buenas noches.
Lo siguiente fue escuchar el
agudo pitido de un silbato, y entonces supimos que estábamos expulsados del
terreno de juego. Nos incorporamos, manos arriba, y con los gayumbos por los
tobillos y nuestros cipotes mirando al césped, tímidos y respetuosos ante la
autoridad, le dije:
“La versión corta es que mi
amigo y yo, que nos llevamos muy bien, nos estamos dando por el culo. Si
quieres te cuento la versión larga”…