martes, 1 de octubre de 2019

Coño ! Un HEAVY!!!!


Tras nuestro primer encuentro en aquel Festimal que os contaba en el post veraniego, no sólo se sucedieron otros Festimales, sino que  mi amistad con los Gemelos, María y toda ésa colección de Freaks entrañables y personas increíbles que forman parte del entorno de “Los Chicos”  no hizo sino fortalecerse, a través de conciertos de garito humeante, juergas hasta la tarde del día siguiente y fiestas (algunas inolvidables y otras cuyos detalles se han borrado de la memoria, y no porque fueran tristes, precisamente).  Muchos momentos de los cuales quedaron plasmados en colaboraciones en discos, actuaciones o viajes al paraíso….

 Pues érase una baza en la que, en aquél soleado diciembre de 2007 me fui, a mi puta pley, al Plateruena de Durango (Bizkaia) a ver un festival que, con solo tres grupos, se zamparían a todo un cartel entero de los nosecuantitos macrofestivalazos modernos que duran varios días. El cartel de dicho festi lo formaban, nada más y nada menos que los grandísimos Nuevo Catecismo Católico, las leyendas del Hardcore californiano The Adolescents, y el grupo más acojonante que ha dado nuestro rock: los desaparecidos e inolvidables Muletrain.


No os voy a hacer una crónica del festival de marras, que ahora no procede, pero el caso es que me pillé un mocarrál del veinticinco. No recuerdo mucho hasta que al día siguiente, ya por la tarde, Gerardo (que apareció junto con el resto de la crew en algún momento de la noche) me acompañó a la estación de tren.

Mi idea inicial  era tomar el tren y volverme a Madrid del tirón, durmiendo por el camino (una práctica habitual en mí era moverme a cualquier concierto en cualquier sitio, por muy a tomar por culo que estuviera, no reservar hotel, y el coste del mismo pimplármelo en dyc-colas durante la noche, y ya en el bus o en el tren  dormir en el trayecto de vuelta,  llegando al barrio como un longines).


Pero Gerardo, demostrando su increíble capacidad de convicción, me hizo cambiar el billete para que no me volviera a Madrid hasta el día siguiente.

La conversación fue más o menos esta:

-“tron, no te pires, quédate una noche más”
- “me piro”
- “ Venga, y así te vienes a Vitoria a nuestro concierto con los Atom Rhumba”
- “me quedo”

 Fin de la conversación.


Debido a que en los aledaños de la terminal de tren no había ni un sitio para aparcar, Gerardo paró en doble fila a unos 50 metros de la puerta de acceso principal. Me bajé del coche, caminé ésos 50 metros, me metí en la estación y consulté al dependiente de una de las taquillas, preguntándole  si era posible hacer el cambio de billete.

Cuando terminé (al final me comí el billete de vuelta), fui directamente al coche de Gerardo, y ocupé en mi plaza de copiloto.


Tengo que decir que el tema automovilístico nunca me interesó. Distingo a los coches por los colores, como mucho por las marcas (si consigo ver el logo), pero ni de coña me perlo del modelo de un utilitario u otro. Gerardo no estaba, pero conociéndole, pensé que había ido a algún bar a merendarse un bocata de panceta de cuatro filetes, zumbarse un pacharán u otra actividad agradable para el cuerpo humano.
Pasados unos segundos, tuve la sensación de entrar en otra dimensión, al ver que  el cenicero estaba petao de colillas de canuto (Gerardo no fuma), y me quedé to muñequer al ver, encima del salpicadero un montón de cintas TDK con el  nombre de los diferentes conjuntos caligrafiado a bolígrafo de diferentes colores…



“Irón maiden”, “DIO”, “Accept”… Abrí la guantera, y seguí con mi flipe, más cassettes grabados con los “Whitesnake” y los más grandes, los “Judas Priest” entre otras perlas del metal ochentas. Y justo cuando estaba pensando que qué coño habría podido pasar, de repente se abrió la puerta del conductor violentamente y apareció un metalhead con un chaleco vaquero y unas greñas lacias al estilo Ross The Boss  espetando un  - “EH, EH, EH, EE … EEE, PÍRATE, TÍO PÍRATE, QUE TE PIRES, TÍO.. EEE…ÑÑ..”


Joder, qué susto me llevé, vive DIOs.  En ése momento sólo fui capaz de decir “COÑO! UN HEAVY!!!”,  y salir, atropelladamente, de najas.

A apenas unos 20 metros, ahí estaba Gerardo, que había observado toda la performancia como si de un espectáculo de circo callejero se tratara. Cuando llegué al buga (que era de color rojo, al igual que el auto Del Metal) Gerardo yacía en posición fetal, en el suelo, agarrándose las lorzas y llorando del descojone.
 Después de echarnos unas risas recordando la aventura,  se sucedieron las horas y ya de noche, durante la memorable actuación de Los Chicos en el HelldoRado gasteiztarra, Gerardo se acercaba de vez en cuando al micro y soltaba “coño!! Un heavy!”.  Y Claro, la peña no entendía nada.



El heavy de ésa noche en el Helldo, por supuesto, era yo.

Arriba el Metal,

Abajo el Capital.


PD: para ponerle banda sonora a éste chascarrillo, he creado otra playlist de las mías. La historieta os la leéis en 5 minutillos, y aquí hay algo más de media hora de HEAVY METAL (el de las cintas de cassette del colega heavyrocker) y el ROCK (el de los grupos que vi ése finde). Sí. Todo con mayúsculas):



Festi en EL SOL. armoniceando en el Décimo aniversario de la mejor banda de Garaje chuzo de la historia


miércoles, 17 de julio de 2019

Así conocí a LOS CHICOS



El Cartel del FESTIMAL2004. Con un contenido digno de que se le caigan los caldos a cualquier amante del Duro-Rock

A las 11:55 sonó el teléfono. Lo descolgué vagamente y lo coloqué, malamente, cerca la oreja.  Y mientras balbuceaba un “gññnnhhhee” con casi todo mi careto incrustado en la almohada, una voz aflautada me recordaba que mi tiempo en el hostal había expirado.  Me incorporé, y me duché y vestí todo lo rápido que me permitió la resaca.  Hasta una hora después, no conseguí bajar a la recepción.


El hotelito se encontraba a las afueras de Cedeira, localidad coruñesa donde se había celebrado aquél “FESTIMAL 2002”, por lo que cada vez que necesitaba ir al pueblo, me tenía que bajar en ciervo, así que le solicité a la recepcionista que me pidiera uno. Y eso hizo.

El calor apretaba con devoción, pero salí a la calle y mientras me fumaba el primer truja del día esperando al taxi de marras, combatía la resaca con la mejor herramienta que tenía en ése momento: el jactarme de lo de putísima madre que me lo había pasado. Ése era el gran alivio para reconocer, en un ejercicio de autocomplacencia, que el taladro que sentía en la cabeza, las náuseas intermitentes y el sentimiento de que de un momento a otro puedes hacerte caca, literalmente, encima, habían merecido la pierna: Menudo puto fiestón rock and roll de dos días me había metido para el cuerpo.

El trayecto desde el hotel a la zona playera me costó menos de los 5 leuros que llevaba en efectivo, así que le pagué al taxista con ese billete y rogándole que se quedara con el cambio, me dirigí inmediatamente al cajero automático que estaba en la misma acera donde me dejó el teki, muy cerca de la carpa en la que había tenido lugar el Festimal.


Pero la desazón me invadió cuando comprobé, no sin buscar repetidas veces, que la tarjeta bancaria me había desaparecido. Y el chuletón que se dibujaba en las últimas viñetas de aquel momento, cual historieta de “Carpanta”, se desvaneció. Entonces, no me quedó más cojones que hacer flashback.
Así que buceé y  busqué, hasta encontrarme  con el momento:
3 o 4 de la madrugada. La última actuación de la noche, y por tanto del festival, había terminado. En Cedeira había un pedazo de garito rock que regentaba un tipo muy simpático; un “mazas” con voz de pito (imaginaos a Terminator con la voz de Gracita Morales), que trataba genial a los trufas y pinchaba una música del carallo. Así que cuando los conciertos terminaban en la carpa del FESTIMAL las huestes del rock nos reuníamos en el bar de marras a engullir cubatas a caraperro y bailar sin descanso. Sólo se paraba para hacer pis, drogarse, o echar la pota.

Como estaba contando, el festival había terminado, así que me fui al mencionado rock-pub (por DIOs! que alguien me recuerde cómo se llamaba !!!). Poco antes de la puerta, me encontré a mi amiga Cristina, con la que tuve una pequeña charla:
  • “Hola Kapows!  ¿Qué haces, no entras al bar?”
  • “Robertez!  … pues todavía no. ‘Los de Madrid’ quieren farlopiña y he quedao con un colega …
  • “Bueno, pues si te parece, me quedo contigo y te acompaño. Después de la perfo, podemos volver y nos la tomamos …”
Una vez adquirida la drogaína, fuimos juntos a hacer la entrega. Cuando llegamos a la parte de atrás de la carpa del Festi, “Los de Madrid” nos recibieron con silbidos, grititos a lo José Luis Moreno, aplausos, puños encuernados … Vamos, una fiesta.  Contagiado por la alegría y mis ganas de participar (teniendo en cuenta de que nunca probé el Periko), saqué mi tarjeta del Cajamadrid y se la dejé a un chava muy majo al que conocía de vista, y por lo que observé, bastante hábil a la hora de diseccionar el montículo de farlopa coruñesa, que terminó convertido en una ristra de clenchas que parecían flamenquines.

Ése fue el pequeño viaje en el tiempo que me confirmó de qué manera eché a perder mi única forma de adquirir la panoja suficiente para, primero, jincarme un chuletown conmemorativo de mi primera experiencia “Festimalera” (luego vendrían otras dos ediciones, al menos) y después, pagarme el viaje de vuelta a Madrid.  Pero constatando el error que supuso adquirir un único billete de ida para llegar a Cedeira, no me quedó otra alternativa que buscarme a alguno de “Los de Madrid”, así que caminé hacia la playa, lugar donde se ubicaba la zona de “Acampada”, en la que quedaban cuatro tiendas guarras mal montás.
Allí me encontré con los resquicios humanos de la batalla. Al primero que reconocí fue a Kid Marcos, a la postre, uno de mis grandes amigos (quien nos iba a decir que más de 15 años después terminaría siendo el Oficiante de su boda), así que me acerqué a él y a la cuadrilla en la que se encontraba, para plantearles mi “problemilla”. En ese momento conocí a un personaje encantador, que era quien estaba llevando las riendas de la conversación: El Piña. Un muchacho de sonrisa perfecta, bello inexistente y verbo ágil que estaba contando una historia surrealista sobre un mocarral en virtud del cual nuestro protagonista estaba sentado en la taza del váter expulsando caldo fecal por el ojete mientras vomitaba, asomando sus fauces entre sus propias piernas. Alguien añadió: “sólo te faltaba hacerte una paja”, a lo que el Piña, en décimas de segundo, añadió, “Sí claro, y reventarme una espinilla”, mientras hacía ademán de explotarse un grano facial, al grito de: “MultiExpulsioooooooón!!”. Las risotadas neardenthales fueron inmediatas. Desde luego, nos partimos el culo a base de bien a costa del chascarrillo.
Por esas fechas, ni él, ni nadie sabíamos que terminaría siendo el batería de Los Chicos, la mejor pub&punk&roll band del mundo mundial.
Tras ése delirante rato, intervine en la tertulia, y, según les estaba terminando de contar mi historia (tampoco faltaron coñas al respecto de la misma)  apareció Edu, también conocido como “Ed Sinner”, guitarrista y frontman de los necesarios HOLLYWOOD SINNERS, que habían tocado la noche anterior. Por un momento pensé que los garajeros toledanos pudieran volver ése mismo día, y así tener la posibilidad de acoplarme como polizonte en su buga, pero Edu, empatizando totalmente con mi situación, me dijo “Lo siento tío, pero es que nos vamos a Asturias de vacaciones” a lo que, casi inmediatamente, añadió “¿Sabes quién se bajan para los madriles? ¡Los Gemelos!”
Al principio no caí quienes eran, pero tras una breve descripción, tuve el segundo flashback de la mañana. Y es que aparte de que les conocía porque en todos los conciertos a los que había ido en ésos años (excepto los heavy metaleros) siempre estaban en primera fila bailando y dándolo todo, justo la noche anterior había tenido una experiencia como “espectador” que me impactó:
En un momento de la noche, mientras uno de los grupos estaba tocando, fui a mearla.  Salí de la carpa y caminé unos metros hasta que llegué al final de la misma, por el lado que daba a la playa. Mientras orinaba, observé como una persona mantenía levantada la parte inferior de la lona, en lo que podríamos pensar que era la zona de “backstage”. A los pocos segundos asomó una pata de jamón asado, incompleta pero aprovechable para, seguidamente, aparecer una segunda persona, EXACTAMENTE igual a la primera.  Luego, mientras terminaba mi micción, estos dos personajillos que parecían haber salido de un “Makoki” desaparecieron, corriendo hacia el portón de acceso y mezclándose entre los asistentes. Durante el resto de la actuación, observé que entre el público de las primeras filas sobresalía un pedazo de Lacón de 7 Kilos, que se meneaba siguiendo el compás de la música. Movido por la curiosidad, no dudé en acercarme todo lo que pude al escenario. Y la postal que me ofreció el momento fue impagable: una horda de rock and rollers garajeros con los rostros resplandecientes por la grasa del lacón, como si les hubieran untado con sebo, bailaban, daban saltos y hacían “air-guitar” mientras se pasaban la pata de cerdo los unos a los otros, arrebañando la carne con los piños como si fueran “Critters”

Y fue entonces, cuando aparecieron quienes serían, desde entonces y hasta nuestros días, unos de mis mejores amigos y más apreciados artistas. Gerardo y Antonio: Los Gemelos.
  • Nosotros vamos mañana a Madrid. Hoy chindamos a Vigo, que toca Bill Wyman. ¿Te apuntas?”
Dijeron al unísono, como si se tratara de la versión calva de las niñas de “El Resplandor”.
No sólo había salvado el culo. Creo que, por todo lo que vino en los sucesivos años hasta la fecha, ése fue uno de los días más afortunados de mi vida, aunque supongo que el karma, la providencia divina o, [especialmente] el rock and roll hubiesen hecho que nuestros caminos se cruzaran tarde o temprano.


Los Gemelos. Amantes del Rhythm 'N' Blues y los Chuletones.



El viaje camino a Vigo nos lo pasamos rememorando las mejores jugadas del FestiMal. Durante el trayecto conocí a María, compañera de aventura vital de Antonio, y amiga imprescindible del universo "Los Chicos". Chica de sonrisa eterna y dulzura interminable, además de  poseedora de un millón de virtudes entre la que se encuentra, sin ser la mejor de ellas,  una básica: aguantarle el mambo a los quetecuén.  Conocerla es amarla.


Aunque también hubo tiempo para que los gemelos me dieran toda una masterclass  sobre el pub rock de finales de los setenta, a raíz de la cinta de los Nine Below Zero que tenían puesta en su carro. Yo era un armonicista en ciernes y se me cayeron los caldos con tal descubrimiento.


Llegamos a Vigo, nos ubicamos en el kerfo de un grandísimo anfitrión, Rubén, entrañable guitarrista de Los High Sierras, y en cuya casa Antonio y Gerardo me enseñaron el primer single de su conjunto, “Los Chicos” (otro gran presagio, ya que dos años después, la misma compañía, Producciones Esporádicas, el sello del inefable Capitán Entresijos, sería quien nos editara el “Somos del Rock”, primer disco de Motociclón)


Hay que decir que en aquellos tiempos el uso de teléfono móvil no estaba muy extendido. Yo tenía la sana costumbre de agarrarme los lunes “post-fiestones” de vacaciones, para pasar la zozobra. Por si había alguna incidencia chunga en el trabajo, la empresa para la que curraba me dejaba un teléfono móvil.


Ya en dirección al parque de Castrelos, lugar dónde tocaba el ex- Rolling Stones, me acordé que había quedado con la que, por aquel entonces, era mi piba, así que la llamé:
  •  “¿Quienn?”, preguntó una voz femenina.
  • Hola, Ana.  Estooo…. ayer, tras el festival, estuve con unos colegas que acababan de pillar farlopa …  les dejé mi tarjeta, y se empezaron meter filas a caraperro …. y…  bueno… el caso es que he perdido la puta tarjeta. Menos mal que...”
  • “Espera Roberto, mejor se lo cuentas a Ana”, interrumpió la madre. 

Cuando mis recién estrenados amigos se percataron del equívoco, sobre todo teniendo en cuenta del contenido del diálogo, rompieron a reír, partiéndose el culo sonoramente. Tengo una imagen de ése momento (real o creada por mi propia perspectiva mental) inolvidable:

 Los Gemelos, Antonio y Gerardo tirados en el suelo, en posición fetal, descojonándose mientras se sujetaban las lorzas. Y esta imagen se repetiría, como os contaré más adelante.
Sea como fuere, el resto de la noche surgió entre comentarios tipo “Joder el Bill Wyman, está tó muñeco. Seguro que cuando termine el chow viene el pipa, le desatornilla los brazos y las piernas del cuerpo y le mete en un fly-case”… Birras… bailes… cubatas en “La Iguana Club”…  para terminar por la mañana temprano en una panadería pidiendo "raciones de oreja”.

Y es que, las raciones de alto octanaje es otra de sus saludables aficiones, muy por encima de la drogaína, por mucho que ésta  adquiera forma de flamenquín,  zarajo, gambón o bicho comestible.



C O N T I N U A R Á….

... de todas formas,  os dejo una lista de los grupos a los que vi (incluso termine armoniceando con tres de ellos)... aunque de ésa edición de 2002 sólo recuerde a los Hollywood sinners. A ver si Edu o Carmelo me ilustran .....

https://www.youtube.com/playlist?list=PLKgc8dkDY9vkPCXcPCJ_OFl8hFwmzjY80

martes, 2 de abril de 2019

El Abono Transtorno




Observad la foto de mi Abono Trastorno de 2002, justo cuando tenía 30 añitos recién cumplidos. Pues os voy a contar lo útil que me resultó en un concierto, concretamente en la sala antes llamada "Arena" y rebautizada en numerosas ocasiones, dependiendo del sponsor de turno, hasta su cierre en 2017. El grupo, los "No Use For A Name", uno de mis grupos favoritos de la escena que se denominó “Hardcore Melódico”.

 

Tengo que decir que la “sala” de marras era, realmente, una puta discoteca tecno, reutilizada, al igual que otras tantas, como "sala rock" y así poder aprovechar los horarios “de tarde” para inmediatamente después del show, echar a la gente con las vallas de seguridad utilizadas para tal menester a modo de "quitanieves", tratando al respetable sin ningún tipo de respeto, más bien como si fuesen animales de corral. Sonaba regular, la priva era carísima y lxs curris eran unos rancios y unas siesas.

 
No creo que nadie la eche de menos, a pesar de que allí tocaron grupos maravillosos…  

(Ahí tenéis una lista del youtube que he hecho para la ocasión)

 Nada más intentar acceder al recinto, me encuentro con que el maromo de la puerta (un armario empotrao de 2x2) me interrumpe el acceso solicitándome que le muestre el DNI. Pero en lugar de enseñarle la papela, le dejo que observe el abono trastorno, mientras le digo:

- “Tron, si ya tengo edad para necesitar el abono transporte de los mayores” 



Tras una sonrisilla y un "…anda que…", me permite la entrada.
Después de un par de litros, mientras terminaba su actuación el grupo invitado, los muy recomendables Nerf Herder (no os perdáis este pedazo de video-hit) me dirijo al tigre a mearla. Desciendo por unas escaleras y veo que el baño que hay justo enfrente es el de las chicas. A su derecha, pero en la pared perpendicular, está el de los tíos por lo que me volteo hacia la derecha para entrar.
Meo sin mucha parafernalia, y salgo del tirón,  sin tener en cuenta el giro que había hecho minutos antes para el acceso al meadero.
 
De esta manera salgo hacia adelante, y me encuentro con una puerta cerrada (de esas que tienen un pastruz con una barra, y se abren presionándola hacia abajo)  y la abro, entrando en un habitáculo que evidenciaba que no estaba en la sala donde se celebraba el concierto. Y según descubro el pastel de mi error, "Flop!" oigo como la puerta se chapa a mis espaldas con un suave, pero doloroso golpe.
 Me doy la vuelta y compruebo que el portón es de única apertura. Ni pomo, ni tirador,  ni ostias.
Entonces veo un cacharro gigantesco con algunas luces, que emitía un zumbido leve, pero irritable. Supongo que sería un Grupo electrógeno o algo así.

Me cago en mi vida, me había quedao encerrao en el cuarto de la luz.

Tras pasar por delante de un panel eléctrico inmenso con un cerro de automáticos, diferenciales y su puta madre, veo una puertecilla mucho más de las de andar por casa. Tras abrirla y  recorrer un pequeño pasillo, culmino mi pequeña aventura en la cocina del restaurante conocido como "Rodilla”.


Y dándole las buenas tardes a los perplejos sandwicheros, salgo al salón-comedor de la popular franquicia y de ahí, y como no podría ser de otra forma, a la puta calle.
Otra vez en la puerta de la discoteca, observo de manera tranquilizadora cómo no habían cambiado de esbirro.





- "Socio, que soy el de antes, el del abono trastorno" , Le digo enseñándoselo de Nuevo.




El tipo me reconoce de inmediato y tras otra sonrisilla (por lo visto también tuve la suerte de que me tocase el simpático) conseguí entrar de nuevo.



Por lo demás, poco más que reseñar. Únicamente que el concierto de los "NUFAN" duró apenas 30 minutos. Y yo cagándome en sus muebles. Unos días más tarde me enteré que el cantante cortó el concierto porque un lapo letal lanzado por algún "fan" de las primeras filas, no es que le endiñase en el careto, sino que tuvo el acierto de insertárselo por las fauces hasta el mismísimo esófago.


 
Puto asco de peña.